Lo cromático lleva en sus pupilas el reflejo del mundo,
con celajes violetas que acarician el paso de las aves,
en sus picos la bulimia del amanecer,
en su plumaje la utopía del paraíso,
aquellas pupilas no abstraen lo azul,
pues intento escuchar su grito ahogado,
y sólo llego a secar la humedad de la luna al sol,
para luego comerla como ostia,
sin sermones, ni eucaristías,
para paganizar nuestro rostro en este valle,
que huele a incienso a sotana a religión a virtud,
pero sólo gotea la sombra de soledad,
que viene acompañada por los sordos labios de la lluvia,
que besan el cuerpo clavado con estrellas,
un cuerpo que lloró blasfemias,
en una sodomita cama blanca y pura,
donde el infierno copuló mis pensamientos,
para que en está mente desnuda,
y prostituida por adjetivos sifìlicos,
dancé al son de hermosas canéforas
cuyo sexo se revuelca en los labios de Baudelaire...
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