jueves, 24 de julio de 2008



El aire sopla la veloscuridad,
en un cielo de muslos blancos,
con una mujer vestida de luna,
diáfanos cristales reflejan su rostro,
en hermosura de húmeda candidez;
arte nocturno,
el bordar estrellas en su aire,
porque no es más que una fotografía,
que se mece sobre una blanca pared,
aún vetusta y cansada por la soledad,
y cuyos pretéritos recuerdos,
bebe mi dionisia memoria,
en busca del etílico amanecer,
que se pierde en ocasos,
piedras llenas de golpes de dados,
obturados en poesía...

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